sábado, 2 de enero de 2010

El niño que dejó de saltar en los charcos

Cansado de que tu mañana no sea hoy
Sólo existe tu camino, tu compás...
lo demás no interesa,
a veces quisiera ser yo así.

Cuando el tiempo sólo me acompaña a tierras desiertas,
me abandono en la soledad y en la tristeza.
En mi mente me pierdo pensando en ella
sin saber como salir cuando el muermo me vence
y no paro de adentrarme en el silencio.

Con admiración te pregunto
con simplezas te contesto.

Nunca llegas al lugar ni en el preciso momento
tal vez pueda ser, tal vez se pueda ocultar
la desidia, la simpleza de los demás.


Mi cuerpo sufre la flecha arrojada,
en estos tiempos de pena y olvido
y, la vida pasada que no volverá,
eso es un hecho.

Una vez fui niño y hoy dejo de saltar en los charcos,
que cada uno se apunte su tanto,
yo soy el vencido, el olvidado.

viernes, 1 de enero de 2010

Aquel niño

No me gustan los niños, los que me conocen lo saben muy bien, digámoslo así, no tengo gracia para ellos.
Pero aquel niño me sorprendió, si, me sorprendió, debía de tener cerca de 5 años. Le conocí en un centro comercial, más en concreto en una pista de patinaje de un centro comercial. En aquella pista de patinaje había muha gente patinando, pero él destacaba sobre los demás y no por su habilidad al patinar, más bien por lo contrario. Nunca he visto a un nño tan torpe como aquél, muy torpe, super torpe diría yo. Me hizo reir bastante. Bueno en realidad le estuve observando desde la distancia. No es bueno reirse de los demás y sobre todo cuando se tropiezan o se caen pero aquel niño no despertaba en mi pena, no, ni mucho menos. Sentía admiración por un niño de 5 años, sorprendente pero sí, nunca sabes en que momento te puede sorprender la gente. El niño no paraba de caerse al hielo una y otra vez pero no cesaba en levantarse una y otra vez. Yo creo que cuanto más se caía más rápido se levantaba, no se rendía. Por lo menos le ví caerse veinte veces, pues veinte veces que se levantaba y lo volvía a intentar.

Gracias a ese niño por hacerme recordar la palabra perseverancia, hasta los niños de 5 años tienen su propia avalancha, sorprendente y digno de admirar.